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Tres tesoros vivos de la Selva Matavén: Morichales, Bosques de galería y Rebalses

Cuando pensamos en la Amazonía solemos imaginar un mar verde interminable, y al evocar la Orinoquía se nos viene a la mente la planicie infinita de las sabanas. La Selva de Matavén es la transición viva entre estos dos mundos: un territorio que conecta llanuras abiertas con los grandes ríos amazónicos. Y es en esta franja de encuentro donde laten tres ecosistemas tan frágiles como esenciales: los morichales, los bosques de galería y los rebalses. Comprenderlos es comprender cómo el agua, el bosque y la vida se sostienen mutuamente en Matavén.

Una historia que nace en la sabana

Todo comienza en las sabanas abiertas, bajo el sol intenso y el pulso lento del agua que avanza de sur a norte. En las hondonadas naturales, modeladas por el tiempo y el relieve, el agua se concentra y enriquece el suelo con nutrientes. Es allí donde emergen los morichales, verdaderos nacimientos de agua y auténticos ingenieros ecológicos. Las palmas de moriche, con su sorprendente resistencia al sol, a las inundaciones e incluso al fuego, sostienen la vida en condiciones extremas. Sus raíces y su sombra crean un microclima fértil que favorece la aparición de nuevas especies de flora, ofrecen refugio a las aves durante el verano y sirven de hábitat para peces durante las crecientes del invierno. Así, los morichales no solo alimentan la biodiversidad, sino que también abren paso a un bosque de galería que acompaña el curso del agua, aumentando los contenidos de carbono y extendiéndose hasta fundirse en el río Vichada.

 

Bosques de galería: guardianes del agua

De los morichales nacen los bosques de galería, corredores verdes que se extienden sobre la sabana siguiendo el curso de los drenajes. Son guardianes del agua, pues protegen las fuentes en temporada seca y regulan el flujo hídrico durante las lluvias. Estos bosques son también fuente de alimento y refugio para mamíferos, aves y, de igual manera, para las comunidades Sikuani de Matavén. En ellos se encuentran los conucos, espacios de siembra que garantizan la seguridad alimentaria y sostienen prácticas de cultivo transmitidas de generación en generación.

Los bosques de galería son, en esencia, el cordón vital que enlaza sabanas, selvas y ríos, permitiendo que las comunidades conserven un delicado equilibrio entre su cultura ancestral y la protección del entorno natural. Finalmente, estos bosques desembocan en su hermano mayor, el bosque de galería del río Vichada, una conexión única donde confluyen las aguas que nacen apenas a unos kilómetros al sur con aquellas que brotan al oriente. Durante la temporada de lluvias, este gran bosque inundable se transforma en un vasto espacio de reproducción de peces, garantizando alimento y sustento para las comunidades indígenas de Matavén.

 

Rebalses: el gran bosque inundable

El bosque de galería inundable del río Vichada, inmerso dentro del Helobioma, es conocido por las comunidades como rebalses. Son bosques que cada año, entre mayo y agosto, se anegan con las crecientes de las lluvias, alcanzando su punto más alto de inundación. Este pulso del agua es vital: enriquece los suelos, dispersa semillas y, sobre todo, impulsa la reproducción de peces, una fuente de proteína esencial para las comunidades. Durante esos meses, el bosque se transforma en un ecosistema acuático temporal, donde la vida terrestre y acuática se entrelazan en un ciclo ancestral que asegura la continuidad de la biodiversidad y el sustento de quienes habitan Matavén. Cuando las aguas se retiran, el bosque vuelve a emerger, dejando tras de sí un territorio renovado que sostiene la vida durante el resto del año.


Ecosistemas conectados, valores protegidos

Estos ecosistemas, tan valiosos como frágiles, enfrentan fuertes presiones por parte de las actividades humanas. Es en la parte norte del territorio donde se concentra la mayor población: más de 15.000 habitantes, densidad que hace que los bosques de galería y los morichales estén más expuestos al uso y transformación.

A esto se suma que los bosques de galería son permeables y accesibles en todas direcciones, lo que los vuelve especialmente vulnerables. Cuando las comunidades practican agricultura sobre ellos, el bosque comienza a agotarse y la vegetación que surge después ya no es tan diversa ni rica en especies como un bosque primario. Si, además, se permite la deforestación en los rebalses, se reduce la cantidad de frutos y semillas disponibles para mamíferos y aves, afectando incluso los corredores usados por grandes felinos. Cada intervención genera una cadena de consecuencias que impacta a todo el ecosistema.

Fue precisamente por esta situación que, en el marco del estándar de Verra: Clima, Comunidad y Biodiversidad (CCB) y a través de talleres participativos con las comunidades, estos ecosistemas fueron declarados Altos Valores de Conservación (AVC).

Alternativas para conservar

Frente a estos desafíos, el Proyecto REDD+ Matavén impulsa alternativas concretas que nacen del diálogo con las comunidades y reducen la presión sobre estos ecosistemas.

Gracias a estas iniciativas, hoy los morichales, bosques de galería y rebalses son ecosistemas reconocidos, monitoreados y protegidos como tesoros naturales y culturales. Son esenciales no solo para la biodiversidad, sino también para la vida cotidiana de quienes dependen de ellos. Y lo más importante: todos los estudios y actividades de conservación que hoy protegen estos ecosistemas en Matavén son posibles gracias al Proyecto REDD+ Matavén, un modelo liderado por comunidades indígenas que demuestra que conservar el bosque también es construir futuro.